El filósofo danés SØren Kierkegaard murió a los 42 años. A pesar de su corta vida, nos dejó una cita muy lúcida sobre la existencia: «Vivimos la vida hacia adelante, pero solo la comprendemos hacia atrás». La biografía del grabador holandés Maurits Cornelius Escher —presente hasta el pasado 26 de septiembre en la magnífica exposición de su obra en Drassanes de Barcelona— es un buen ejemplo de ello. Y también es un buen ejemplo de cuán fructíferas pueden ser las relaciones arte-ciencia —en este caso, grabados y matemáticas— entre personas de genio.

Dos años parecen ser cruciales en el desarrollo de la obra de este artista. En 1954 se celebró en Ámsterdam el Congreso Mundial de Matemáticas, y coincidió con una exposición de Escher en el Stedelijk Museum; contenía grabados sobre teselaciones —recubrimientos completos del plano— y sobre mundos imaginarios. Y sucedió uno de esos mágicos encuentros casuales que son determinantes en la vida de las personas. Donald Coxeter, un profesor de matemáticas especializado en geometría y simetrías, visitó la exposición y se dejó tocar por ella. Compró un par de grabados y conoció al artista. Este fue el comienzo de una larga amistad entre los dos hombres, basada sin duda en sus afinidades personales, pero también entretejida por sus intereses científicos y artísticos. Buceando en su correspondencia, impacta sentir la emoción con que Escher interroga a su amigo; los consejos de Coxeter fueron determinantes para varias de sus obras posteriores.

Otro matemático que visitó esa exposición —y que también se dejó tocar por ella— fue Roger Penrose (Nobel de Física 2020), entonces un prometedor doctorando de 23 años que preparaba una tesis sobre geometría algebraica. Relativiteit, una de las obras mostradas, le impactó: compuesta de escaleras sobre las que seres sin rostro subían y bajaban, reflejaba un mundo imaginario, con tres direcciones distintas para la gravedad. Aunque localmente correcta y geométricamente posible, la escena global era incoherente con el mundo real (donde la gravedad tiene una sola dirección). Penrose no conoció al artista, pero se llevó de Ámsterdam la obsesión de producir un objeto imposible: que no fuera geométricamente realizable en tres dimensiones, pero que se pudiera dibujar en dos. Contagió a su padre Lionel —quién además de médico era matemático—, y construyeron el “triángulo de Penrose” que publicaron en el British Journal of Psychology. Después idearon “la escalera de Penrose”, una escalera que dibujada desde el punto de vista adecuado siempre sube. Enviaron estas aportaciones a Escher, quién las agradeció y usó en grabados que hoy son muy conocidos.

¿Qué talento especial contenía la exposición del Stedelijk Museum, para sembrar preguntas en las mentes de dos matemáticos relevantes? ¿Qué luz invisible desprendían aquellas obras para impresionar —como si fuera una placa fotográfica— la sensibilidad de unos científicos curtidos en los teoremas de la ciencia más abstracta?

Avancemos un poco más en el tiempo, hasta 1961. En el Scientific American de abril, la columna sobre Juegos matemáticos —escrita por Martin Gardner— estaba dedicada a Coxeter. ¡Y en la portada de la revista aparecía un grabado de Escher! Aquella imagen impactó: ¿quién era aquel artista tan original? Avancemos un poquito más, hasta el 29 de julio del mismo año. Ernst Gombrich, historiador del arte de la Universidad de Londres, publicaba el artículo Cómo leer un cuadro en el prestigioso magazine The Saturday Evening Post. Con un subtítulo que mencionaba las «paradojas visuales», estaba dedicado en buena parte a explicar la obra de Escher (y reproducía tres de sus grabados). Si se observaban solo partes del cuadro, esas imágenes parecían correctas, pero contemplando todo el cuadro aparecían imágenes imposibles de encontrar en la realidad, y que llenaban de perplejidad al espectador.

Tras estas apariciones, que actuaron como publicidad certificada por nombres sólidos de la ciencia y el arte, llegó la fama. Y con ella las exposiciones dentro y fuera de Holanda, los viajes y las conferencias. Las reproducciones de sus grabados aumentaron, sus ingresos se multiplicaron. Sin embargo, no todo fue felicidad para Escher en la década de los sesenta del siglo pasado. Su salud, siempre frágil, se quebrantó más debido a la edad y los viajes, y tuvo que someterse a varias operaciones quirúrgicas. A finales de 1968, su esposa dejó de convivir con él y se marchó a Suiza. Un par de años después, Escher ingresaba en una residencia para artistas.

En su vida también hubo momentos duros. Como la desesperación que le invadió cuando supo, en marzo de 1944, que Samuel Jessurun de Mesquita, su antiguo profesor, había sido deportado por los nazis —con toda su familia— y asesinado en Auschwitz. Tampoco fue fácil la vuelta de Italia —donde se había mudado de joven y había encontrado esposa— a su Holanda natal, en los años treinta del siglo pasado. Tras más de una década en el Mediterráneo, ese retorno le obligó a cambiar de tema para sus diseños: sustituyó la soleada naturaleza italiana por los productos de su propia imaginación. Había nutrido bien a su mente: en su viaje a la Alhambra de Granada en el otoño de 1922 —que repitió en la primavera de 1936, incluyendo esa vez la Mezquita de Córdoba y los Reales Alcázares de Sevilla— quedó fascinado por la decoración de la Alhambra; en particular, por las teselaciones y los motivos ornamentales con que los artistas musulmanes habían cubierto los muros. Tomó notas, dibujó bocetos e intentó embeberse de todo ese arte. Años después, recibió con devoción y entusiasmo las contribuciones de matemáticos, que acomodó en su fértil mente. Y ahora, cuando admiramos sus teselaciones, entendemos que algo de esa belleza nos alcanza desde anónimos artistas árabes que trabajaron los palacios nazaríes hace siglos; cuando nos asombramos ante sus mundos imaginarios, intuimos la original genialidad que albergaba el minucioso artista holandés; cuando nos impresionamos con sus objetos imposibles, recordamos que fueron concebidos a medias con matemáticos notables de la mitad del siglo XX.

Escher murió en 1972, en la ciudad de Hilversum; había nacido en 1898.

Esta página contiene mucha información sobre Escher; he encontrado particularmente interesante un vídeo de Penrose sobre él, el artista y los objetos imposibles. 

Pedro Meseguer (IIIA-CSIC)

Instituto de Análisis Económico (IAE)

Litografía Galería de grabados (1956), Escher.