Desde pequeña me ha acompañado siempre en mis viajes un cuaderno de dibujo y una pequeña caja de lápices y acuarelas. Quizá una costumbre apropiada de mi madre, a la que he visto pintar en casa desde pequeña. Ese olor a óleos que nos deleita a ambas cuando pasamos por delante de cualquier tienda de bellas artes. Las paredes de casa, siempre repletas de cuadros de paisajes naturales del Empordá, sus cielos completamente azules de la Tramontana, sus balas de paja dorada y sus campos de trigo infinitos. Pequeños recuerdos que a una le quedan de su niñez…
La impaciencia en la que está inmersa nuestra sociedad a menudo hace que esquivemos los pequeños detalles de la naturaleza; sus texturas, sus gamas cromáticas, degradados, sonidos… Un sinfín de pequeños detalles que todo buen ilustrador naturalista no debe pasar por alto. La observación es una virtud cada vez más escasa, aunque primordial para todos aquellos que nos dedicamos a plasmar imágenes científicas en cualquiera de sus formas. Me considero una gran defensora de la ilustración científica y naturalista, no por el mero hecho de la calidad artística o de su estética, sino por la precisión de detalle a la cual uno puede llegar mediante ella, un nivel de detalle que otras técnicas como la fotografía muchas veces son incapaces de alcanzar.
Lo que hace verdaderamente bonita a la ilustración científica para el autor no es el resultado final, sino el proceso de aprendizaje llevado a cabo antes y durante su realización: el conocimiento previo de la especie, objeto o lugar que se quiere plasmar mediante la búsqueda de información es una parte clave en el proceso de ilustración.
En mi caso particular, la ilustración ha sido siempre fuente de inspiración y creatividad, influyendo en aspectos muy diversos de mi día a día, tanto como profesional del mundo científico, como en el ámbito más personal. Hasta la fecha, mi trayectoria profesional se ha basado en el estudio de ecosistemas y organismos y la ilustración científica rigurosa me ha permitido conocer las estructuras anatómicas de esas criaturas, y a su vez tener un mayor grado de conocimiento de las especies con las que trabajo diariamente. Es de agradecer que cada vez se tome en mayor consideración nuestra labor como ilustradores junto al perfil más clásico de investigador científico. La modesta experiencia que tengo como bióloga me ha hecho llegar a una conclusión firme al respecto: el mayor lazo que existe entre estos dos perfiles científicos tan distintos es el poder que ofrecen de divulgar la ciencia y nuestro trabajo.
Si no lo veo no existe
Este es uno de los mayores retos a los que nos enfrentamos los científicos, especialmente aquellos que tratamos material intangible o taxones microscópicos y que a menudo la ciudadanía desconoce. Organismos que son igual o casi más importantes en el ecosistema que los grandes mamíferos o aves que todo ciudadano de a pie conoce (porque ha visto).
El oasis ilustrativo
Este afán por la ilustración y la ciencia, a menudo, me desplaza a alguno de los maravillosos parajes naturales de nuestras tierras para poder plasmar en directo su fauna y flora. Camino por una pineda y en la corteza de curtido pino mediterráneo brilla un pequeño escarabajo de la procesionaria. Me siento encima de una roca y, rodeada de naturaleza, me aíslo del mundo por unos instantes para llevarme conmigo una pequeñísima parte de lo que el lugar me ofrece. El aleteo de una mariposa macaón parece despeinar las espigas de cebada mientras acaricio con mis manos las suaves hojas del olivo que me da sombra. Levanto la vista y una paleta cromática infinita se alza sobre mí; verdes, ocres, amarillos y rojos tiñen esta tarde otoñal en el Alt Empordá…
¡Celia, a cenar!
De repente vuelvo de mi pequeño viaje astral de naturaleza y arte en el que me aíslo por completo durante estos instantes eternos que saben a tan poco y que a la vez lo son todo… ¿Cuándo podré volver a ver, oler y tocar todo aquello que la naturaleza nos brinda? Apago la luz de mi pupitre y recojo las pinturas. ¡Qué necesarios oasis de evasión me brinda nuestro maravilloso planeta!
Celia Montalbán Jimeno / Bióloga e ilustradora científica (Centro de Estudios Avanzados de Blanes – CSIC)

Ilustración científica original de Celia Montalbán. Técnicas manual de ilustración: lápiz a color. Especie representada: Calosoma sycophanta.

Ilustración naturalista original de Celia Montalbán. Técnicas de ilustración manuales utilizadas: acuarela y lápiz a color. Especies representadas: Papilo machaon (mariposa a la izquierda), Graellsia isabellae (mariposa a la derecha) y hongo Amanita muscaria.