Pintar ya no es lo que era. Con las nuevas tecnologías, no es necesario utilizar ni un lápiz o un pincel para hacer un magnífico grabado. Vale con los movimientos de un dedo sobre una tablet para crear una obra artística notable. Si durante el proceso uno se equivoca, basta con apretar el botón “deshacer” para eliminar el error cometido. Ya no se tiene que empezar a pintar desde cero como antaño ni ocultar los errores pintando por encima como hiciera el mismísimo Velázquez con sus pentimenti (sinónimo de “arrepentimientos”). En el museo del Prado, sus cuadros ecuestres muestran algunos de sus caballos con hasta seis patas, debido a que, con el paso del tiempo, las capas de pintura superiores se han ido transparentando, mostrando las patas de los equinos ocultas en las capas subyacentes. 

Más de un célebre pintor como Velázquez se arrepintió de la composición de alguna de las partes de su obra y lo intentó solventar pintando con una segunda capa por encima para arreglarlo; pero a diferencia del maestro Velázquez, utilizaron capas de mayor grosor que el paso del tiempo no ha transparentado todavía. La ciencia mediante técnicas de radiación electromagnética ha revelado algunos de los pentimenti escondidos en grandes cuadros de la pintura universal, como en Retrato de Giovanni Arnolfini y su esposa (1434) de Jan van Eyck (National Gallery de Londres), donde su autor corrigió la posición de la mano derecha de Arnolfini en señal de bendición.

Páginas web como la del museo Thyssen-Bornemisza explican de manera interactiva las técnicas de radiación electromagnética que se usan para desvelar los cambios de composición y los retoques de una pintura a lo largo de su historia.  Su página web expone con imágenes los resultados de las técnicas que han sido aplicadas sobre una de las obras más emblemáticas de su colección, El retrato de Giovanna Tornabuoni (1490) de Domenico Ghirlandaio.

En esa misma página web nos explican que:

Los rayos X son sensibles a la densidad y a la estructura de las capas de una pintura. Con los rayos X se puede hacer una radiografía de un cuadro, lo que permite mostrar los cambios de composición durante su creación y conocer su estado de conservación.

La radiación infrarroja (RI) revela la pintura subyacente de la obra, haciendo visible también los cambios de composición y los pentimenti.

La luz ultravioleta (UV) permite identificar los retoques y añadidos de la pintura a lo largo de la historia de la misma.

Durante la época del Jan van Eyck, seguramente algún pintor tradicional pronunciaría la frase con la que empieza este artículo: “Pintar ya no es lo que era”. La generalización de la pintura al óleo en Europa a principios del siglo XIV desplazó la popularidad de otras técnicas pictóricas más extendidas, como la pintura al temple o al fresco. Los artistas descubrieron los beneficios de las pinturas realizadas a base de aceites, pues, en contraposición con la pintura al temple y al fresco, les permitía realizar las obras más lentamente y sin prisas. Además, posibilitaba el retoque de la obra y los cambios de composición debido a arrepentimientos. “¡Así también yo pinto!”, se quejaría aquel pintor tradicional.

Las iglesias románicas atesoraban la mayor colección del arte mural al fresco del medievo. Sus pinturas cubrían ábsides, techos, y bóvedas. Eran de carácter religioso y tenían una intencionalidad didáctica; procuraban adoctrinar a la población analfabeta hacia la fe de la época. Muchas de las pinturas se perdieron por el deterioro que causa el paso del tiempo en las policromías y en los edificios que las sostienen. En otros casos, las iglesias románicas fueron destruidas,  reemplazadas por templos de un arte más nuevo. Las pinturas románicas que se conservan en España son escasas y se encuentran principalmente en iglesias de pueblos remotos. Muchas de ellas fueron expoliadas en el siglo XX y llevadas a museos estatales y de Estados Unidos mediante la técnica del Strappo, que permitía sustraer las pinturas de las paredes y ponerlas sobre un lienzo para su transporte. El Museo Nacional de Arte de Cataluña (MNAC) recoge la más importante colección del arte románico mural de los Pirineos.

Las pinturas del medievo se realizaban con pigmentos naturales provenientes de minerales. Las pinturas solían tener muchos marrones, rojos y amarillos por abundar en la naturaleza los minerales de dichos colores. Sin embargo, los minerales de colores azules son más escasos. Mediante difracción de rayos X se puede determinar el origen mineralógico de los pigmentos de las pinturas en obras pictóricas. En el vídeo del Instituto de Ciencia de Materiales de Barcelona (ICMAB-CSIC) en colaboración con el MNAC se describen los minerales que dieron lugar a las pinturas románicas de los Pirineos:

A diferencia de otras regiones, las pinturas románicas catalanas se caracterizan por tener mucho azul, ya que en los Pirineos se disponía de una importante fuente de minerales como la arenita, que posibilitó crear un pigmento azul más asequible que aquel creado por piedras consideradas en aquella época como semipreciosas, como la azurita o el lapislázuli. Sin embargo, no todos los artistas en otras épocas corrieron la misma suerte que los artesanos románicos pirenaicos. Hasta la creación de los pigmentos artificiales, que tienden a no oxidarse, y por consiguiente a no deteriorarse y cambiar de color, el precio de un cuadro podía estar determinado por la cantidad de azul que se utilizaba sobre él. Por eso, durante el gótico y el renacimiento se reservaban los colores azules para ser utilizados en los personajes principales de una obra, como por ejemplo para el manto de la Virgen. En el siguiente vídeo de la youtuber Ter, en colaboración con el museo Thyssen-Bornemisza, se explica esa peculiaridad del color azul en la historia de la pintura.

Aquí también se explica que la invención de pinturas sintéticas permitió abaratar los costes en el precio de una obra. La producción a nivel industrial de tubos de pintura al óleo permitió a los artistas incluso salir a pintar al exterior. También se igualó el precio del azul con los de los otros colores, y éste pudo ser aplicado, como en el caso de Joan Miró, de manera casi íntegra en un cuadro sin encarecer su precio. “Así, también yo hago arte abstracto”, se quejaría nuestro pintor tradicional en los siglos XIX y XX.

Los avances tecnológicos y científicos han hecho evolucionar la pintura. A lo largo de la historia, los artistas se han valido de ellos para crear obras novedosas.  Estos avances han hecho posible hasta transportar pinturas murales a museos, determinar los minerales con los que se hacían los pigmentos en el pasado y revelar los arrepentimientos escondidos en grandes pinturas de la historia.

Pero, ¿qué nos deparará la pintura del futuro? Es todo un misterio. Pero de seguro que las técnicas basadas en programas de ordenador se irán implementando cada vez más. Las inteligencias artificiales emergentes ya han demostrado que con la información que hay en la red y un par de directrices son capaces de realizar un grabado que bien podría competir en grandiosidad con cualquiera de las obras de autores del romanticismo español, tales como José de Madrazo o Antonio Gisbert. Un pintor más tradicional podría seguir pensando “Pintar ya no es lo que era”. Yo solo me pregunto si las inteligencias artificiales que aprenden de los humanos sufrirán también de arrepentimientos.

Daniel Martín Jiménez / ICMAB-CSIC

 

Ejemplo de radiografía de una obra de arte donde se puede observar que hay otra capa de pintura. / Mirddincom

Ejemplo de radiografía de una obra de arte donde se puede observar que hay otra capa de pintura. / Mirddincom (bajo licencia Creative Commons Attribution-Share Alike 4.0 International)