Según el trabajo, podrían haber llegado hasta allí a través del vertido de aguas residuales de las lavadoras de las bases antárticas y las embarcaciones que visitan la zona. Los autores alertan de que la presencia de estas microfibras de origen antropogénico podría afectar a todo el ecosistema antártico.

El océano Austral, que rodea la Antártida, es uno de los enclaves más remotos de la Tierra. No obstante, según un nuevo estudio de la Universidad Nacional de Córdoba (Argentina) y el Institut de Ciències del Mar (ICM-CSIC) de Barcelona tampoco se libra de la presencia de los microplásticos, uno de los contaminantes más extendidos del siglo XXI.

De acuerdo con el trabajo, publicado recientemente en la revista Marine Pollution Bulletin, el flujo de partículas que sedimenta en la costa antártica contiene microfibras de origen antropogénico que, según los científicos, podrían haber llegado hasta allí a través del vertido de aguas residuales de las lavadoras de las bases antárticas y las embarcaciones que visitan la zona.

“El estudio constata que existe un flujo de microfibras de origen antropogénico en la columna de agua de la costa antártica, y que este flujo varía estacionalmente, siendo mayor cuando las bases antárticas están más llenas y hay más visitas de turistas, es decir, en verano”, expone Gastón Alurralde, investigador de la Universidad Nacional de Córdoba (Argentina) y primer autor del trabajo.

Por su parte, Enrique Isla, investigador del ICM-CSIC y otro de los autores del trabajo, alerta de que “la presencia de estas microfibras podría afectar a todo el ecosistema antártico en su conjunto, ya que los microplásticos son ingeridos por el zooplancton, del que se alimentan animales más grandes como los pingüinos, con lo que se van acumulando a lo largo de la cadena trófica marina”. Además, añade el investigador, “los microplásticos contienen aditivos que le confieren al plástico diferentes propiedades como el color y la resistencia y que también podrían tener efectos adversos para la biota antártica”.

Para la elaboración del estudio, el equipo científico analizó, primero con una lupa y luego químicamente, varias muestras de partículas en sedimentación capturadas con trampas de sedimento entre los años 2012 y 2015 a 25 metros de profundidad en la Caleta Potter. La caleta está ubicada en la Isla Rey Jorge, también conocida como Isla 25 de Mayo, y es la mayor de las islas Shetland del Sur, situadas frente a la costa oeste de la península Antártica.

Hace dos años, otro estudio publicado en la misma revista reveló la presencia de microfibras de plástico en el hielo marino antártico, si bien esta es la primera vez que se analiza el flujo de microfibras de origen antropogénico en la columna de agua antártica .

El publicado ahora es el primer trabajo sobre el flujo de microfibras de plástico en la Antártida y, dado que se espera que su presencia vaya en aumento debido al incremento de turistas en la zona, los científicos confían en que sus resultados servirán para implantar una regulación que controle este tipo de contaminación.

“Nuestro estudio abre un campo de investigación y una línea de interés sociopolítico sobre la conservación del ambiente antártico. Además, aporta información para establecer nuevas normas de control de emisiones de agua doméstica en ambientes antárticos y para la estimación del impacto de los microplásticos sobre el ambiente marino a nivel global”, añade en este sentido el investigador de ICM-CSIC.

Esta investigación se ha desarrollado en el marco del proyecto Effects of Climate Change in Polar Shallow benthic Ecosystems (ECLIPSE), que tiene como propósito estudiar flujos de carbono en ambientes costeros antárticos y su relación con el cambio climático.

Artículo de referencia:

Elena Martínez / Oficina de Divulgación i Comunicación ICM-CSIC

Instituto de Análisis Económico (IAE)